Johannes Kepler
(Würtemburg, actual Alemania, 1571-Ratisbona, id., 1630)
Astrónomo, matemático y físico alemán. Hijo de un mercenario –que
sirvió por dinero en las huestes del duque de Alba y desapareció en el
exilio en 1589– y de una madre sospechosa de practicar la brujería,
Johannes Kepler superó las secuelas de una infancia desgraciada y
sórdida merced a su tenacidad e inteligencia.
Tras
estudiar en los seminarios de Adelberg y Maulbronn, Kepler ingresó en la
Universidad de Tubinga (1588), donde cursó los estudios de teología y
fue también discípulo del copernicano Michael Mästlin. En 1594, sin
embargo, interrumpió su carrera teológica al aceptar una plaza como
profesor de matemáticas en el seminario protestante de Graz.
Cuatro
años más tarde, unos meses después de contraer un matrimonio de
conveniencia, el edicto del archiduque Fernando contra los maestros
protestantes le obligó a abandonar Austria y en 1600 se trasladó a Praga
invitado por Tycho Brahe. Cuando éste murió repentinamente al año
siguiente, Kepler lo sustituyó como matemático imperial de Rodolfo II,
con el encargo de acabar las tablas astronómicas iniciadas por Brahe y
en calidad de consejero astrológico, función a la que recurrió con
frecuencia para ganarse la vida.
En 1611 fallecieron
su esposa y uno de sus tres hijos; poco tiempo después, tras el óbito
del emperador y la subida al trono de su hermano Matías, fue nombrado
profesor de matemáticas en Linz. Allí residió Kepler hasta que, en 1626,
las dificultades económicas y el clima de inestabilidad originado por
la guerra de los Treinta Años lo llevaron a Ulm, donde supervisó la
impresión de las Tablas rudolfinas, iniciadas por Brahe y
completadas en 1624 por él mismo utilizando las leyes relativas a los
movimientos planetarios que aquél estableció.
En 1628
pasó al servicio de A. von Wallenstein, en Sagan (Silesia), quien le
prometió, en vano, resarcirle de la deuda contraída con él por la Corona
a lo largo de los años. Un mes antes de morir, víctima de la fiebre,
Kepler había abandonado Silesia en busca de un nuevo empleo.
La
primera etapa en la obra de Kepler, desarrollada durante sus años en
Graz, se centró en los problemas relacionados con las órbitas
planetarias, así como en las velocidades variables con que los planetas
las recorren, para lo que partió de la concepción pitagórica según la
cual el mundo se rige en base a una armonía preestablecida. Tras
intentar una solución aritmética de la cuestión, creyó encontrar una
respuesta geométrica relacionando los intervalos entre las órbitas de
los seis planetas entonces conocidos con los cinco sólidos regulares.
Juzgó haber resuelto así un «misterio cosmográfico» que expuso en su
primera obra, Mysterium cosmographicum (El misterio cosmográfico,
1596), de la que envió un ejemplar a Brahe y otro a Galileo, con el
cual mantuvo una esporádica relación epistolar y a quien se unió en la
defensa de la causa copernicana.
Durante el tiempo
que permaneció en Praga, Kepler realizó una notable labor en el campo de
la óptica: enunció una primera aproximación satisfactoria de la ley de
la refracción, distinguió por vez primera claramente entre los problemas
físicos de la visión y sus aspectos fisiológicos, y analizó el aspecto
geométrico de diversos sistemas ópticos.
Pero el
trabajo más importante de Kepler fue la revisión de los esquemas
cosmológicos conocidos a partir de la gran cantidad de observaciones
acumuladas por Brahe (en especial, las relativas a Marte), labor que
desembocó en la publicación, en 1609, de la Astronomia nova
(Nueva astronomía), la obra que contenía las dos primeras leyes llamadas
de Kepler, relativas a la elipticidad de las órbitas y a la igualdad de
las áreas barridas, en tiempos iguales, por los radios vectores que
unen los planetas con el Sol.
Culminó su obra
durante su estancia en Linz, en donde enunció la tercera de sus leyes,
que relaciona numéricamente los períodos de revolución de los planetas
con sus distancias medias al Sol; la publicó en 1619 en Harmonices mundi
(Sobre la armonía del mundo), como una más de las armonías de la
naturaleza, cuyo secreto creyó haber conseguido desvelar merced a una
peculiar síntesis entre la astronomía, la música y la geometría.
Nicolás Copérnico
(Torun, actual Polonia, 1473-Frauenburg, id., 1543)
Astrónomo polaco. Nacido en el seno de una rica familia de comerciantes,
Nicolás Copérnico quedó huérfano a los diez años y se hizo cargo de él
su tío materno, canónigo de la catedral de Frauenburg y luego obispo de
Warmia.
En 1491 Copérnico ingresó en la Universidad
de Cracovia, siguiendo las indicaciones de su tío y tutor. En 1496 pasó
a Italia para completar su formación en Bolonia, donde cursó derecho
canónico y recibió la influencia del humanismo italiano; el estudio de
los clásicos, revivido por este movimiento cultural, resultó más tarde
decisivo en la elaboración de la obra astronómica de Copérnico.
No
hay constancia, sin embargo, de que por entonces se sintiera
especialmente interesado por la astronomía; de hecho, tras estudiar
medicina en Padua, Nicolás Copérnico se doctoró en derecho canónico por
la Universidad de Ferrara en 1503. Ese mismo año regresó a su país,
donde se le había concedido entre tanto una canonjía por influencia de
su tío, y se incorporó a la corte episcopal de éste en el castillo de
Lidzbark, en calidad de su consejero de confianza.
Fallecido
el obispo en 1512, Copérnico fijó su residencia en Frauenburg y se
dedicó a la administración de los bienes del cabildo durante el resto de
sus días; mantuvo siempre el empleo eclesiástico de canónigo, pero sin
recibir las órdenes sagradas. Se interesó por la teoría económica,
ocupándose en particular de la reforma monetaria, tema sobre el que
publicó un tratado en 1528. Practicó así mismo la medicina, y cultivó
sus intereses humanistas.
Hacia 1507, Copérnico
elaboró su primera exposición de un sistema astronómico heliocéntrico en
el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con el
tradicional sistema tolemaico, en el que los movimientos de todos los
cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta. Una serie limitada
de copias manuscritas del esquema circuló entre los estudiosos de la
astronomía, y a raíz de ello Copérnico empezó a ser considerado como un
astrónomo notable; con todo, sus investigaciones se basaron
principalmente en el estudio de los textos y de los datos establecidos
por sus predecesores, ya que apenas superan el medio centenar las
observaciones de que se tiene constancia que realizó a lo largo de su
vida.
En
1513 Copérnico fue invitado a participar en la reforma del calendario
juliano, y en 1533 sus enseñanzas fueron expuestas al papa Clemente VII
por su secretario; en 1536, el cardenal Schönberg escribió a Copérnico
desde Roma urgiéndole a que hiciera públicos sus descubrimientos. Por
entonces, él ya había completado la redacción de su gran obra, Sobre las revoluciones de los orbes celestes, un tratado astronómico que defendía la hipótesis heliocéntrica.
El
texto se articulaba de acuerdo con el modelo formal del Almagesto de
Tolomeo, del que conservó la idea tradicional de un universo finito y
esférico, así como el principio de que los movimientos circulares eran
los únicos adecuados a la naturaleza de los cuerpos celestes; pero
contenía una serie de tesis que entraban en contradicción con la antigua
concepción del universo, cuyo centro, para Copérnico, dejaba de ser
coincidente con el de la Tierra, así como tampoco existía, en su
sistema, un único centro común a todos los movimientos celestes.
Giordano Bruno
(Felipe Bruno, más conocido por su nombre religioso,
Giordano; Nola, 1548 - Roma, 1600) Filósofo italiano. Es uno de los
personajes más trágicos de la historia de Italia, donde, por espacio de
dos siglos, o sea hasta el "Risorgimento", quedó relegado, aun cuando
sólo en apariencia, al olvido.
A los catorce años
fue enviado a Nápoles a estudiar, y en 1565 ingresó como novicio en el
convento de Santo Domingo; ordenado sacerdote en 1572, se doctoró en
teología en 1575. En los cenobios, donde permaneció hasta los veintiocho
años, se interesó con pasión en problemas de exégesis bíblica, y, sobre
todo, en la posibilidad de concordar la teología cristiana con el
emanatismo neoplatónico. En este aspecto consideró a las tres "personas"
de la Trinidad como otros tantos atributos (poder, sabiduría y amor)
del único Dios. Dios, en calidad de Mente, se halla sobre la naturaleza;
en cuanto intelecto, Dios es sembrador en la naturaleza; y, en cuanto
Espíritu, Dios es la misma alma universal.
Huido
de Nápoles a causa de un proceso de herejía incoado contra él, y de
Roma por temor a verse acusado de un asesinato en el que ninguna
culpabilidad tenía, llegó primeramente a Liguria; luego estuvo en Turín,
después en Venecia, donde publicó su primer libro, actualmente perdido,
y, sucesivamente, en Bérgamo, Saboya y Ginebra. Acogido en esta ciudad
por un adepto napolitano del calvinismo e inscrito en la universidad y
la iglesia de esta secta, se rebeló muy pronto contra sus maestros, y
fue privado de la Santa Cena.
Al cabo de poco tiempo
se dirigió a Francia; aquí desempeñó una cátedra en Toulouse durante
dos años, y luego se trasladó a París, donde ofreció al rey Enrique III De las sombras de las ideas,
uno de los textos de mnemotécnica que Giordano Bruno hizo imprimir en
la capital francesa durante su primera estancia en la ciudad. Profesor
extraordinario en París, la indocilidad de los estudiantes le indujo a
seguir a Inglaterra al embajador de Francia en la corte de Isabel.
Los
dos años y medio pasados entre Oxford y Londres se cuentan entre los
más importantes de su vida, por cuanto entonces compuso y publicó las
dos trilogías de los Diálogos italianos. Lo mismo que había sido también El Candelero, obra aparecida anteriormente en París, La Cena del Miércoles de Cenizaresulta
aún casi una comedia, y describe una cena celebrada en la casa de un
gentilhombre londinense la noche del Miércoles de Ceniza. De la causa, principio y uno,
hoy la obra más leída de Giordano Bruno, trata de fundar la nueva
"filosofía nolana" proponiendo el concepto de una materia viviente que
se da ella misma infinitas formas abandonadas luego paulatinamente. Del infinito universo y mundos
critica la física y la cosmología aristotélicas, que sustituye por una
idea del universo infinito en su extensión y el número de mundos (los
astros) que lo integran.
La segunda trilogía, la Expulsión de la bestia triunfante,
es una comedia mitológica en la que los dioses resuelven hacer
penitencia, ahuyentan del cielo a osas y escorpiones y los reemplazan
por los signos de las virtudes. En La cábala del caballo Pegaseo y del asno Cilémicose da una sátira de la "santa asnalidad", o sea de la humildad y la sencillez recomendadas por el cristianismo. Los Heroicos furoresexaltan, en verso y prosa, el amor de la inteligencia para el objeto divino, que es la verdad.
Al
regresar a Francia, Giordano Bruno empezó a exponer y a criticar las
obras de Aristóteles. Nuevos "tumultos" de estudiantes le llevaron a
Alemania, donde publicó los tres poemas latinos compuestos mientras
tanto y que integran el segundo grupo de sus textos más ilustres. Del mínimopropone el concepto del mínimo físico, el átomo, y del matemático, el punto, entendido cual la esfera más pequeña posible, De la mónada,
que resulta hasta cierto punto similar a los escritos mágicos del
autor, muestra la conversión de la unidad en dualidad y sus posteriores
complicaciones que dan lugar a la tríada, la tétrada, etc., hasta llegar
a la década. De lo inmenso y de los innumerablesreanuda el tema que se halla en Del infinito con una nueva conciencia de los progresos contemporáneos de la astronomía, campo en el cual destacaba Tycho Brahe.
Invitado
por Juan Mocenigo, quien quería aprender de él la mnemotécnica y quizá
también la magia, Giordano Bruno marchó a Venecia; pero aquél, no
satisfecho de la enseñanza y molestado por los discursos heréticos de su
huésped, le denunció al Santo Oficio. Conseguida por la Inquisición
romana la extradición, Giordano Bruno fue encarcelado, interrogado por
los inquisidores y, finalmente, condenado a una muerte cruel.
Se
ha considerado a Giordano Bruno símbolo del pensamiento libre rebelado
frente al dogma religioso: vuelve alegremente al naturalismo antiguo
"renacido" en los nuevos tiempos, sostiene sus opiniones en todos los
países de Europa y ante los poderosos y doctos y, finalmente, después de
ocho años de cárcel, prefiere la muerte a la retractación. Bajo este
aspecto, aparece como héroe sublime de una humanidad resuelta a
reivindicar y defender a costa de la vida el derecho a pensar de acuerdo
con una razón autónoma y meramente filosófica.
En
honor a la verdad, sin embargo, debe tenerse en cuenta que Giordano
Bruno se ordenó, según él mismo dijo a la Inquisición véneta, cuando ya
su mente estaba invadida por muchas dudas acerca de los máximos dogmas
(Trinidad y Encarnación) y se veía inclinada a una interpretación
racionalista y naturalista de ellos; que nunca fue perseguido en los
países católicos transalpinos por haber huido de un convento ni por sus
ideas; y que al regresar a Italia proclamaba abiertamente no haber de
temer nada de la Inquisición y estar resuelto a volver al "gremio de la
Iglesia católica". Los debates acerca de esta figura se hallan muy lejos
de tocar a su fin; de todas formas, nadie puede discutir el valor del
entusiasmo mental con que Giordano Bruno cantó como divina la infinita
fecundidad de formas de la naturaleza.
Galileo Galilei
Galileo Galilei nació en Pisa el 15 de febrero de 1564.
Lo poco que, a través de algunas cartas, se conoce de su madre, Giulia
Ammannati di Pescia, no compone de ella una figura demasiado halagüeña.
Su padre, Vincenzo Galilei, era florentino y procedía de una familia que
tiempo atrás había sido ilustre; músico de vocación, las dificultades
económicas lo habían obligado a dedicarse al comercio, profesión que lo
llevó a instalarse en Pisa. Hombre de amplia cultura humanista, fue un
intérprete consumado y un compositor y teórico de la música, cuyas obras
sobre el tema gozaron de una cierta fama en la época. De él hubo de
heredar Galileo no sólo el gusto por la música (tocaba el laúd), sino
también el carácter independiente y el espíritu combativo, y hasta puede
que el desprecio por la confianza ciega en la autoridad y el gusto por
combinar la teoría con la práctica. Galileo fue el primogénito de siete
hermanos de los que tres (Virginia, Michelangelo y Livia) hubieron de
contribuir, con el tiempo, a incrementar sus problemas económicos. En
1574 la familia se trasladó a Florencia y Galileo fue enviado un tiempo
al monasterio de Santa Maria di Vallombrosa, como alumno o quizá como
novicio.
Juventud académica
En
1581 Galileo ingresó en la Universidad de Pisa, donde se matriculó como
estudiante de medicina por voluntad de su padre. Cuatro años más tarde,
sin embargo, abandonó la universidad sin haber obtenido ningún título,
aunque con un buen conocimiento de Aristóteles. Entretanto, se había
producido un hecho determinante en su vida: su iniciación en las
matemáticas, al margen de sus estudios universitarios, y la consiguiente
pérdida de interés por su carrera como médico. De vuelta en Florencia
en 1585, Galileo pasó unos años dedicado al estudio de las matemáticas,
aunque interesado también por la filosofía y la literatura (en la que
mostraba sus preferencias por Ariosto frente a Tasso); de esa época data
su primer trabajo sobre el baricentro de los cuerpos -que luego
recuperaría, en 1638, como apéndice de la que habría de ser su obra
científica principal- y la invención de una balanza hidrostática para la
determinación de pesos específicos, dos contribuciones situadas en la
línea de Arquímedes, a quien Galileo no dudaría en calificar de
«sobrehumano».
Tras
dar algunas clases particulares de matemáticas en Florencia y en Siena,
trató de obtener un empleo regular en las universidades de Bolonia,
Padua y en la propia Florencia. En 1589 consiguió por fin una plaza en
el Estudio de Pisa, donde su descontento por el paupérrimo sueldo
percibido no pudo menos que ponerse de manifiesto en un poema satírico
contra la vestimenta académica. En Pisa compuso Galileo un texto sobre
el movimiento, que mantuvo inédito, en el cual, dentro aún del marco de
la mecánica medieval, criticó las explicaciones aristotélicas de la
caída de los cuerpos y del movimiento de los proyectiles; en continuidad
con esa crítica, una cierta tradición historiográfica ha forjado la
anécdota (hoy generalmente considerada como inverosímil) de Galileo
refutando materialmente a Aristóteles mediante el procedimiento de
lanzar distintos pesos desde lo alto del Campanile, ante las miradas
contrariadas de los peripatéticos...
En 1591 la
muerte de su padre significó para Galileo la obligación de
responsabilizarse de su familia y atender a la dote de su hermana
Virginia. Comenzaron así una serie de dificultades económicas que no
harían más que agravarse en los años siguientes; en 1601 hubo de proveer
a la dote de su hermana Livia sin la colaboración de su hermano
Michelangelo, quien había marchado a Polonia con dinero que Galileo le
había prestado y que nunca le devolvió (por el contrario, se estableció
más tarde en Alemania, gracias de nuevo a la ayuda de su hermano, y
envió luego a vivir con él a toda su familia).
La
necesidad de dinero en esa época se vio aumentada por el nacimiento de
los tres hijos del propio Galileo: Virginia (1600), Livia (1601) y
Vincenzo (1606), habidos de su unión con Marina Gamba, que duró de 1599 a
1610 y con quien no llegó a casarse. Todo ello hizo insuficiente la
pequeña mejora conseguida por Galileo en su remuneración al ser elegido,
en 1592, para la cátedra de matemáticas de la Universidad de Padua por
las autoridades venecianas que la regentaban. Hubo de recurrir a las
clases particulares, a los anticipos e, incluso, a los préstamos. Pese a
todo, la estancia de Galileo en Padua, que se prolongó hasta 1610,
constituyó el período más creativo, intenso y hasta feliz de su vida.
En
Padua tuvo ocasión Galileo de ocuparse de cuestiones técnicas como la
arquitectura militar, la castrametación, la topografía y otros temas
afines de los que trató en sus clases particulares. De entonces datan
también diversas invenciones, como la de una máquina para elevar agua,
un termoscopio y un procedimiento mecánico de cálculo que expuso en su
primera obra impresa: Le operazioni del compasso geometrico e militare,
1606. Diseñado en un principio para resolver un problema práctico de
artillería, el instrumento no tardó en ser perfeccionado por Galileo,
que amplió su uso en la solución de muchos otros problemas. La utilidad
del dispositivo, en un momento en que no se habían introducido todavía
los logaritmos, le permitió obtener algunos ingresos mediante su
fabricación y comercialización.
En 1602 Galileo
reemprendió sus estudios sobre el movimiento, ocupándose del isocronismo
del péndulo y del desplazamiento a lo largo de un plano inclinado, con
el objeto de establecer cuál era la ley de caída de los graves. Fue
entonces, y hasta 1609, cuando desarrolló las ideas que treinta años más
tarde, constituirían el núcleo de sus Discorsi.
El mensaje de los astros
En
julio de 1609, de visita en Venecia (para solicitar un aumento de
sueldo), Galileo tuvo noticia de un nuevo instrumento óptico que un
holandés había presentado al príncipe Mauricio de Nassau; se trataba del
anteojo, cuya importancia práctica captó Galileo inmediatamente,
dedicando sus esfuerzos a mejorarlo hasta hacer de él un verdadero
telescopio. Aunque declaró haber conseguido perfeccionar el aparato
merced a consideraciones teóricas sobre los principios ópticos que eran
su fundamento, lo más probable es que lo hiciera mediante sucesivas
tentativas prácticas que, a lo sumo, se apoyaron en algunos
razonamientos muy sumarios.
Sea
como fuere, su mérito innegable residió en que fue el primero que
acertó en extraer del aparato un provecho científico decisivo. En
efecto, entre diciembre de 1609 y enero de 1610 Galileo realizó con su
telescopio las primeras observaciones de la Luna, interpretando lo que
veía como prueba de la existencia en nuestro satélite de montañas y
cráteres que demostraban su comunidad de naturaleza con la Tierra; las
tesis aristotélicas tradicionales acerca de la perfección del mundo
celeste, que exigían la completa esfericidad de los astros, quedaban
puestas en entredicho. El descubrimiento de cuatro satélites de Júpiter
contradecía, por su parte, el principio de que la Tierra tuviera que ser
el centro de todos los movimientos que se produjeran en el cielo. En
cuanto al hecho de que Venus presentara fases semejantes a las lunares,
que Galileo observó a finales de 1610, le pareció que aportaba una
confirmación empírica al sistema heliocéntrico de Copérnico, ya que
éste, y no el de Tolomeo, estaba en condiciones de proporcionar una
explicación para el fenómeno.
Ansioso de dar a
conocer sus descubrimientos, Galileo redactó a toda prisa un breve texto
que se publicó en marzo de 1610 y que no tardó en hacerle famoso en
toda Europa: el Sidereus Nuncius, el 'mensajero sideral' o
'mensajero de los astros', aunque el título permite también la
traducción de 'mensaje', que es el sentido que Galileo, años más tarde,
dijo haber tenido en mente cuando se le criticó la arrogancia de
atribuirse la condición de embajador celestial.
El
libro estaba dedicado al gran duque de Toscana Cósimo II de Médicis y,
en su honor los satélites de Júpiter recibían allí el nombre de
«planetas Medíceos». Con ello se aseguró Galileo su nombramiento como
matemático y filósofo de la corte toscana y la posibilidad de regresar a
Florencia, por la que venía luchando desde hacía ya varios años. El
empleo incluía una cátedra honoraria en Pisa, sin obligaciones docentes,
con lo que se cumplía una esperanza largamente abrigada y que le hizo
preferir un monarca absoluto a una república como la veneciana, ya que,
como él mismo escribió, «es imposible obtener ningún pago de una
república, por espléndida y generosa que pueda ser, que no comporte
alguna obligación; ya que, para conseguir algo de lo público, hay que
satisfacer al público».
La batalla del copernicanismo
El
1611 un jesuita alemán, Christof Scheiner, había observado las manchas
solares publicando bajo seudónimo un libro acerca de las mismas. Por las
mismas fechas Galileo, que ya las había observado con anterioridad, las
hizo ver a diversos personajes durante su estancia en Roma, con ocasión
de un viaje que se calificó de triunfal y que sirvió, entre otras
cosas, para que Federico Cesi le hiciera miembro de la Accademia dei
Lincei que él mismo había fundado en 1603 y que fue la primera sociedad
científica de una importancia perdurable.
Bajo sus auspicios se publicó en 1613 la Istoria e dimostrazione interno alle macchie solari,
donde Galileo salía al paso de la interpretación de Scheiner, quien
pretendía que las manchas eran un fenómeno extrasolar («estrellas»
próximas al Sol, que se interponían entre éste y la Tierra). El texto
desencadenó una polémica acerca de la prioridad en el descubrimiento,
que se prolongó durante años e hizo del jesuita uno de los más
encarnizados enemigos de Galileo, lo cual no dejó de tener consecuencias
en el proceso que había de seguirle la Inquisición. Por lo demás, fue
allí donde, por primera y única vez, Galileo dio a la imprenta una
prueba inequívoca de su adhesión a la astronomía copernicana, que ya
había comunicado en una carta a Kepler en 1597.
Ante
los ataques de sus adversarios académicos y las primeras muestras de que
sus opiniones podían tener consecuencias conflictivas con la autoridad
eclesiástica, la postura adoptada por Galileo fue la de defender (en una
carta dirigida a mediados de 1615 a Cristina de Lorena) que, aun
admitiendo que no podía existir contradicción ninguna entre las Sagradas
Escrituras y la ciencia, era preciso establecer la absoluta
independencia entre la fe católica y los hechos científicos. Ahora bien,
como hizo notar el cardenal Bellarmino, no podía decirse que se
dispusiera de una prueba científica concluyente en favor del movimiento
de la Tierra, el cual, por otra parte, estaba en contradicción con las
enseñanzas bíblicas; en consecuencia, no cabía sino entender el sistema
copernicano como hipotético. En este sentido, el Santo Oficio condenó el
23 de febrero de 1616 al sistema copernicano como «falso y opuesto a
las Sagradas Escrituras», y Galileo recibió la admonición de no enseñar
públicamente las teorías de Copérnico.
Galileo,
conocedor de que no poseía la prueba que Bellarmino reclamaba, por más
que sus descubrimientos astronómicos no le dejaran lugar a dudas sobre
la verdad del copernicanismo, se refugió durante unos años en Florencia
en el cálculo de unas tablas de los movimientos de los satélites de
Júpiter, con el objeto de establecer un nuevo método para el cálculo de
las longitudes en alta mar, método que trató en vano de vender al
gobierno español y al holandés.
En 1618 se vio
envuelto en una nueva polémica con otro jesuita, Orazio Grassi, a
propósito de la naturaleza de los cometas, que dio como resultado un
texto, Il Saggiatore (1623), rico en reflexiones acerca de la
naturaleza de la ciencia y el método científico, que contiene su famosa
idea de que «el Libro de la Naturaleza está escrito en lenguaje
matemático». La obra, editada por la Accademia dei Lincei, venía
dedicada por ésta al nuevo papa Urbano VIII, es decir, el cardenal
Maffeo Barberini, cuya elección como pontífice llenó de júbilo al mundo
culto en general y, en particular, a Galileo, a quien el cardenal había
ya mostrado su afecto.
La nueva situación animó a
Galileo a redactar la gran obra de exposición de la cosmología
copernicana que ya había anunciado en 1610: el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo, tolemaico e copernicano;
en ella, los puntos de vista aristotélicos defendidos por Simplicio se
confrontaban con los de la nueva astronomía abogados por Salviati, en
forma de diálogo moderado por la bona mens de Sagredo. Aunque la
obra fracasó en su intento de estar a la altura de las exigencias
expresadas por Bellarmino, ya que aportaba, como prueba del movimiento
de la Tierra, una explicación falsa de las mareas, la inferioridad de
Simplicio ante Salviati era tan manifiesta que el Santo Oficio no dudó
en abrirle un proceso a Galileo, pese a que éste había conseguido un imprimatur
para publicar el libro en 1632. Iniciado el 12 de abril de 1633, el
proceso terminó con la condena a prisión perpetua, pese a la renuncia de
Galileo a defenderse y a su retractación formal. La pena fue suavizada
al permitírsele que la cumpliera en su quinta de Arcetri, cercana al
convento donde en 1616 y con el nombre de sor Maria Celeste había
ingresado su hija más querida, Virginia, que falleció en 1634.
En
su retiro, donde a la aflicción moral se sumaron las del artritismo y
la ceguera, Galileo consiguió completar la última y más importante de
sus obras: los Discorsi e dimostrazioni matematiche intorno à due nueve scienze,
publicado en Leiden por Luis Elzevir en 1638. En ella, partiendo de la
discusión sobre la estructura y la resistencia de los materiales,
Galileo sentó las bases físicas y matemáticas para un análisis del
movimiento, que le permitió demostrar las leyes de caída de los graves
en el vacío y elaborar una teoría completa del disparo de proyectiles.
La obra estaba destinada a convertirse en la piedra angular de la
ciencia de la mecánica construida por los científicos de la siguiente
generación, con Newton a la cabeza.
En la madrugada
del 8 al 9 de enero de 1642, Galileo falleció en Arcetri confortado por
dos de sus discípulos, Vincenzo Viviani y Evangelista Torricelli, a los
cuales se les había permitido convivir con él los últimos años.